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Dictadura en la cocina

Es algo relativamente común en ciertos matrimonios, donde sus contrayentes tengan una edad comprendida entre 50 y 70 años, que haya una cierta tiranía en lo que respecta a la cocina. Este abuso no viene por parte del cocinero, que en este caso es una mujer, sino del hombre, que es su marido. Ejemplos son:

– Él: “¿Qué toca hoy para comer? ¡No vayas a poner revuelto de espárragos para cenar! ¡Lo odio! Pon mejor otra cosa. ¿Por qué no me haces filetes con patatas?

– Él: “Vaya, esto está soso.” Tras escucharle, ella muestra una mueca de desaprovación.

– En otra ocasión, bueno la mayoría, ella cocina un suculento plato. Pero a él no se le ocurre, ni tras probarlo o terminar de comerlo, felicitarla por tal hazaña. Tal vez penséis que hazaña sea un sustantivo desmedido, pero teniendo en cuenta la falta de motivación por parte de ella y que cocinar no es siempre es poner el piloto automático, no es tan exagerado.

En ocasiones, el marido puede manifestar violencia. No digo que sea física, sino verbal. Y ésta no debe pasarse por alto. Puede machacarse mucho a una persona a través de la palabra. Incluso hasta el punto de quitarle las ganas de vivir y anularla como persona.

En todo caso, no quisiera olvidar, mas si cabe el comportamiento más importante: la permisimividad de ella. Me cuesta pensar, que todo al principio era así de desagradable. Este tipo de tiranía, que puede darse en otras circunstancias, se va desarrollando poco a poco. Y en parte es porque la persona agredida deja que esto ocurra. Hasta que se llega a una situación dificil de resolver o al menos la persona agredida se autoconvence de no enfrentarse a otro que no es otro el que en su día fue el amor de su vida.

Ni qué decir tiene que esto no exonera al marido de su comportamiento (más que destetable), sino que es un ejemplo más de cómo es el ser humano en el sentido de que si le das la mano, acaba cogiéndote el brazo.

  1. 27 enero, 2013 a las 0:53

    vaya, creo que esto ya lo hablamos vía Twitter, pero me quedo con un par de apuntes… no solamente la triste actuación del «marido» sino también esa permisividad… y paso por ella en el caso de personas mayores que vivieron otras circunstancias. No paso, sin embargo, por ella en casos de personas relativamente jóvenes, que pueden tener su educación, su cultura y también, lamentablemente importante en estos casos, su posibilidad de independencia económica. Culpa del que impone, culpa de la que se deja someter.

    Saludos

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    • 5 febrero, 2013 a las 23:28

      Eso es, en todo caso era algo que quería hacer llegar a mi audiencia puesto que no sólo he visto un caso sino más de uno.

      Gracias por echarle un ojo y comentar :).

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  2. 27 enero, 2013 a las 2:16

    Que pueda ocurrir el caso, vale.
    Que, de ocurrir, se de exactamente así, vamos a suponerlo.
    Que sea un caso real basado en una experiencia cercana, lo puedo asumir.
    Pero que se extraigan generalizaciones tan a la ligera…
    No sé hasta que punto se puede, en un artículo, pedir implícitamente al lector que deje en suspenso su escepticismo y tenga que asumir que eso es así porque está escrito así.
    Si, al menos, estuviera redactado como una opinión, pues eso es otra cosa, porque cada uno tiene una interpretación de lo que ocurre y puede permitirse licencias narrativas (como la de crear un supuesto caso concreto en el que, para colmo, ella cocina estupendamente). El problema, al menos conmigo, es que se pasa de una creación particular a una generalización tremenda sin solución de continuidad, es decir, por todo el morro.

    Otra cosilla: ojo con los errores ortográficos, que dificultan la lectura. Releer, releer, releer… Ya se nos escapan si releemos mucho, imagínate si no lo hacemos.

    La idea es muy buena, pero me da que te has dejado llevar por la urgencia de cierta petición (ejém) de cierta dama y el deseo de complacerla.

    Si fuera mi artículo, le daría varias vueltas más y, sobre todo, me apoyaría en algo más que en un supongo y un concluyo.

    ¡Ánimo! Un abrazo.

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    • 5 febrero, 2013 a las 23:50

      Todo un lujo que hayas comentado esta entrada, respecto a la ortografía, pues sí es muy probable que haya cometido mis errores, a veces escribo a deshoras por no dejar pasar más tiempo pero eso no quita que he de esforzarme más.
      Tengo una carencia de horas de lectura, y se nota, aunque es fácilmente subsanable.
      Respecto a que debería de haber formulado un «bajo mi punto de vista», otra vez te doy la razón. Si he generalizado es porque creo que este desagradable comportamiento/situación no ocurre ocasionalmente, sobre todo en aquellos matrimonios que tienen 60 años o más, ambos miembros. Y sí, lo recalco, tenía que haber escrito un «bajo mi punto de vista» o algo parecido. Después de todo no soy más que un aficionado y no un psicólogo, que entiendo que sería la persona más adecuada para hacer este tipo de comentarios a este respecto ;).
      Pues sabes, no escribí este artículo por petición de una dama sino porque surgió el tema en una conversación de twitter… aunque llevaba tiempo rondándome la cabeza. Y por eso me dispuse a escribirlo. Y sí, hay parte de experiencia personal en este artículo y por eso lo escribí.
      Un abrazo y espero verte otra vez por aquí, pese a que seguramente será por alguna corrección que otra, eso no quita que sea bienvenida.

      ¡Un abrazo!

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